CAPITULO 7: La profecía
Todos sabíamos la verdad… yo era un vampiro, Jacob era un licántropo… Edward era un humano… pero creo que de los tres sólo yo sabía que eso no era una pesadilla, que “eso” que nosotros a veces llamamos fantasía, son realidades escondidas… verdades ocultas de los círculos viciados de normalidad.
El Brujo había hecho algo, ninguno de nosotros podía moverse pero éramos totalmente consientes de lo que pasaba… y lo peor de todo… éramos consientes de cada palabra que nos decía:
—La tribu quileute arrastra el estigma de los lobos desde los grandes espíritus… tú lo sabes Jacob Black… has crecido con las leyendas de los ancianos… has tenido la fiebre… y has madurado lo suficiente para saber que eres el nuevo alfa… el designado por nuestro ancestro Taha Aki para guiar a la manada por el camino de los verdaderos guerreros. La tercera esposa profetizó antes de entregar su vida para salvar a Taha Aki, que una mujer Fría vendría y que sería distinta al resto de las mujeres Frías… que tendría costumbres distintas y purificantes ante la crueldad de su raza… profetizó Jacob Black que un Alfa Joven se vería obligado de corazón y alma a confiar en un “frío” y a protegerlo por el bien de los quileutes y habló de la trilogía, del triunvirato de bronce fusionado con la fuerza de lo prohibido… y dejó tres nombres grabados con su propia sangre en las pieles del augurio de los brujos: Jacob, Isabella, Edward. Yo agradezco la bendición de los espíritus… de ser testigo de la trilogía, de ser el instrumento que les servirá a cada uno de ustedes para mantenerse en esta difícil prueba… sellando el pacto de la unión con el mundo mágico por encima de lo que cada raza supone como derecho propio.
El brujo se me acercó y mojó mi frente con un líquido verdoso y maloliente… hizo lo mismo con Jacob y con Edward… y los tres sentimos liberados los músculos de nuestra prisión de aire.
—Deberán irse ahora, la tribu quileute aún duerme sólo por mi orden. Deberán irse a la casa de los Frios y detener la avalancha de muertes que trae consigo la venganza… no estarán solos… el espíritu de nuestro gran Taha Aki les hablará a través mío cuando sea necesario. Pero ahora… a pesar de no saber nada el uno del otro, deberán prometerse a ustedes mismos que cada uno será un todo con los otros… sea cual fuera la fuerza que los impulse.
Miré a Jacob y mi instinto se rebeló, el Brujo habrá dicho mil cosas… hasta incluso podía tener razón, pero diablos, me estaba pidiendo que haga pandilla con un hombre lobo adolescente?! ¿acaso tenía una remota idea de lo peligrosos que eran los licántropos jóvenes?... y ese humano… ¿cómo se supone que voy a resistirme al olor embriagador de su sangre?... podría cumplir mil años y ese aroma seguiría pegado a mí al igual que la profundidad de su mirada.
Él bajó los ojos y sonrió… ¿habrá reído histéricamente de esta locura imposible, o yo habré sido nuevamente la obviedad personificada?
Jacob, extrañamente apretó los labios y suspiró, se dio la vuelta y me tendió la mano en un ademán que desmanteló mi impulso de salir corriendo. Su seguridad y autocontrol resultaban una mezcla de coraje y comprensión tan rara, que tomé su mano sin temor… mi piel fría se deslizó segura y contrastante sobre la suya, mientras me preguntaba a mi misma que camino tomaría todo esto.
Edward también se acercó, sus ademanes dubitativos y recelosos me hicieron pensar de nuevo si esto no sería una pesadilla de ojos abiertos, o mi pasaje por el purgatorio después de haber sido asesinada por un lobo… pero no… cuando Edward se acercó el Brujo unió las manos de los tres con una cuerda áspera de yute y sentí el calor de una quemadura imperceptible que dejó una huella sutil en nuestras muñecas. “La trilogía” volvió a decir el Brujo… y desapareció.
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