Autora: Calíope Cullen
CAPITULO 12: La Manada
Jacob:
—Iremos a tu casa Edward.
—Me haces quedar mal Jake… no necesito que me cuiden.
—Mmmmm… no te me pongas sensible hombre… no estoy precisamente pensando en protegerte a ti.
—¿Alguna de mis hermanitas tal vez?
—Descuida… se que ambas deben morirse por mi… —bromeé— … pero ahora como que me gustan más las “viejitas” de unos cuantos siglos.
Ni Edward ni Bella rieron, la verdad que tampoco lo dije sólo en broma, pero era obvio que debía tranquilizarme con las indirectas o iba a perder un terreno mucho mayor.
Como siempre que iba a lo de Edward, me sentía profundamente a gusto, dejando entre paréntesis a Rosalie, claro. Edward solía mofarse de nuestra tirante relación diciendo que después de la guerra venía el amor. Ja!… eso si que no ocurriría ni en veinte reencarnaciones… lo tenía totalmente decidido y grabado en mi memoria genética… escrito en mayúsculas y subrayado con línea doble. Me resultaba terriblemente curioso saber como Emett podía soportarla… pero bueno, ahora parecía que ciertas “inconsistencias” se me habían mudado. ¿Hombres Lobos y Vampiros?
—Bienvenido Jacob! —saludaron casi al unísono Carlise y Emet.
—Sr. y Sra. Cullen… —sonreí mientras le pasaba la mano a Carlise y besaba en la mejilla a Esme.
—¿La pandilla quileute vino a que le ganaramos una partida de beisbol? —preguntó Jasper que llegaba del trabajo para almorzar con Alice.
—Oye… está bien que esté crecido, pero de ahí a ser una pandilla entera hay deferencia… —reí.
—Creo que Jasper se refiere a Sam y los chicos, Jacob. Están en el patio de atrás con Emett.
Bella entró a la casa y me tomó la mano cuando lo oyó. Los Cullen la miraron confusos, pero fueron lo suficientemente correctos para no demostrarse demasiado curiosos, claro, sin contar a Alice.
—Hola! Tu eres?
—Bella Swan.
—Mmmm, con que una noviecita escondida pícaro Jacob!... si Jasper no estuviera aquí mismo escuchando te diría que me acabas de romper el corazón!
—Alice…
—Tranquilo Jasper, sabes que sólo juego con Jake… es Rosalie la que no podrá creérselo… voy a contarle.
—No tengo nada que ver con Jacob. —dijo la Bonita soltándome la mano como si la quemara.
—Oye… tampoco soy un monstruo deformado. —mala idea decirlo, la Bonita me hizo una mueca como diciendo “Eso crees… pequeño hombre lobo adolescente?”.
—Mamá… Papá… le presento a Isabella Swan… prefiere que le digan Bella… está en un programa de intercambio estudiantil… de… de… de Alaska… por eso está algo pálida y tiene la piel algo fría… pero supongo que pronto se acostumbrará. Vinimos porque quería saber si podíamos ser su familia de acogida mientras esté aquí.
—Edward… sabes que ni siquiera deberías preguntarlo. —le dijo Esme, tomando ya de la mano a Bella. Sonrió a pesar del contacto frío con la Bonita y la llevó a la planta alta para acomodarla en una habitación.
—¿Te parece que puedo pasar junto a los muchachos atrás? —pregunté a Carlise.
—Jacob, sabes perfectamente que esta casa es como tuya… pasa, pasa.
Edward miró a su madre alejarse subiendo las escaleras con la Bonita y después de un gesto de cierto fastidio me siguió.
—¿Pasa algo? —le pregunté. Su cara no me daba demasiados indicios del qué, pero denotaba perfectamente que algo lo perturbaba.
—Es Sam, Jacob… su mente es… no sé cómo decirlo… una maraña de ambigüedades… está tan molesto contigo, tan deseoso de golpearte… no sé… creo que no es el momento oportuno para hablar con él.
Cuando salimos al patio de atrás vimos a toda la pandilla de Sam. Emett nos sonrió desde el mismo ángulo y jugaba una pulseada con Paul cuando llegamos hasta donde estaban.
Notó lo tenso del ambiente y las miradas que tanto Sam como yo nos lanzamos.
—Oye… Emett, —le dijo Edward— sabes que eres mi cuñado favorito de mi no favorita hermana… asi que debo decirte que Alice fue a poner algo histeriquilla a Rosalie, te aconsejo que no le des tiempo.
Emett rió a carcajadas y agradeció entrando a zancadas a la casa.
—Estás jugando en el bando opuesto niño. —me espetó Sam de una.
—Ni soy un niño Sam, ni estoy jugando… Lo que si me parece es que estás terriblemente resentido y no eres capaz de pensar en lo que verdaderamente es importante.
—Crees que porque ya entras en fase eres un gran quileute? Ni siquiera tienes idea de lo que significa ser un verdadero licántropo… Tiene “un día”, has oído… un día de vida y piensas que lo sabes todo?... estás loco Black si piensas que tienes el mundo en tus manos… mírate… protegiendo a un vampiro… ellos son el enemigo… acaso no lo entiendes?
—¿Y qué crees tú que debo hacer Sam? ¿Aprender de tu experiencia?... De tu “gran” control?
—No tienes ni idea de cómo sobrellevar esto.
—No quiero pelear contigo Sam, deberíamos proteger a la tribu juntos.
—No mientras sigas del lado errado.
—No estoy en ningún bando… porque no confías en el brujo y en la profecía.
—Porque me debo a mi pueblo Black… no a los parapálidas y menos aún a los chupasangres.
—Me culpas de soberbia Sam, y no eres capaz de ver más allá de tu propio círculo… mi instinto… mi instinto quileute me dice que estoy en el camino correcto… no voy a obviarlo.
—Eres un idiota engreído Black.
—Soy el Alfa, Sam. El hijo de Efraim Black no nació para seguir al hijo de Levy Ulley. Si piensas que soy soberbio, entonces repítetelo hasta el hartazgo.
Sam tembló de la rabia. Hubiera jurado que entraría en fase antes de poder llegar a la puerta de salida rodeado del resto de su pandilla.
Edward me hizo un gesto adusto y yo callé, dejándolos ir.