Autora: Caliope Cullen
CAPITULO 32: Verdades
Edward:
Cuando desperté me sentía aturdido. Todavía no estaba seguro de haber tenido un sueño demasiado vívido o una realidad hipnotizante. Supuse que debía dejarme llevar por mis percepciones más agudas y definitivamente confiar en que ella había estado allí.
Cuando me levanté Jacob y el resto de los quileutes que se hospedaban en mi casa desayunaban un café humeante con pan recién tostado.
—¿Y Bella? —pregunté sin mirar directamente a Jacob, en verdad me resultaba difícil de asumir el hecho de que ambos estábamos enamorados de la misma mujer.
—Afuera. —respondió él sin mirarme tampoco.
Salí algo incómodo de allí, aún no había encontrado las palabras para hablar con Jake, pero estaba decidido a hacerlo, había sido mi mejor amigo durante toda mi vida y no quería perder eso.
La ví a ella ayudando a Billy a apilar algunos de los troncos para la chimenea. Ella levantó la vista cuando oyó el chirriar de la puerta de atrás y me ignoró.
—¿Puedo hablar contigo? —pregunté.
—Claro.
—A solas… —agregué en cuanto noté que ella me prestaba atención pero no pretendía alejarse de allí.
Suspiró y se mordió los labios mientras volvía hacia la casa, después de indicar a Billy que la esperara, que no tardaba en regresar.
—¿Si Edward? —me dijo mirándome fijamente a los ojos sin parpadear.
—Anoche… —comencé.
—Anoche fue sólo sexo.
Bella me dejó pasmado. Respiré agitado y rabioso mientras la miraba sin parpadear, aún sin creer lo que me decía
—No fue eso lo que dijiste inicialmente… —dije apenas en un susurro.
—Te lo digo ahora entonces, y me gustaría que te quedara bien en claro.
No me salían las palabras, me sentía herido y al mismo tiempo tenía la esperanza de que fuera sólo un artilugio de Bella para alejarme por el concepto absurdo de que no podíamos estar juntos… “debía” ser eso… yo la había sentido completamente mía hacía sólo horas… no podía haber cambiado tanto.
—Es que…
—Edward basta, no tengo tiempo de curar heriditas de enamorado… tenía ganas de estar contigo y eso hice… nada más, se llama “sexo”, te lo repito.
—Eres cruel Bella, sabes que yo siento más que eso.
—Si, soy cruel… ¿no escucharte a Alec cuando me lo echaba en cara la otra vez?... por lo visto es parte de la naturaleza humana el ser ilusa… la gente no cambia Edward y los vampiros tampoco.
Se recogió el cabello que le caía sobre la mejilla y volvió hacia Billy, mientras yo quedé atornillado al piso queriendo saber si el dolor que sentía terminaría alguna vez y cerrando mi pensamiento a una realidad que ella acababa de escupirme en la cara con la mayor de las indiferencias.
Jacob:
Billy me había pedido que hiciera el desayuno y yo respondí como un ogro. Estaba de tan mal humor que él terminó por darme un sermón sobre la madurez que sólo escuché a medias mientras cada palabra de la Bonita se repetía como un eco monótono en mi mente.
Ví de reojo a Edward cuando ya todos estaban servidos y yo terminaba mi propia taza de café, la verdad no sabía cómo comportarme con él. Si fuera yo quien estuviera en la misma posición, no dejaría espacios para que alguien me soplara a la Bonita. Me dí cuenta de repente lo irónico que es el amor y lo posesivo que nos vuelve.
—¿Y Bella? —preguntó genéricamente, con la vista baja, como rehuyendo a enfrentarse conmigo.
—Afuera. —respondí tratando de no demostrar mi frustración y siguiéndolo con la mirada hasta que desapareció por la puerta de atrás.
Sabía que estaba mal, sabía que era irresponsable de mi parte y que a mí mismo no me gustaría… pero lo seguí… escuché su conversación con la Bonita palabra por palabra y en el fondo, incluso a pesar de mis propios sentimientos, sentí lástima por él.
Volví a la casa confundido, esperanzado tal vez… culpable, desconcertado por las palabras de Bella, procurando digerir su psicología rara del “sacrificio” y nada me cerraba con coherencia.
—Jacob… —me llamó ella desde la puerta— … Aro ha enviado un emisario a buscarnos, llama a Edward por favor y vamos.