Autora: Caliope Cullen
CAPITULO 31: Amanecer solitario
Bella:
Estaba loca. Lo que había hecho no tenía nombre… y sentí la culpa de haberme dejado llevar por mis instintos. Pero el día anterior cuando Aro estuvo en la casa la desesperación por que él hiciera daño a Edward, me dolió aún más que el veneno de mi transformación… más que la sed… más que la muerte de mi padre…
Nunca más pasaría, era una promesa a mi misma. Y no sabía aún cómo lo miraría a él para que realmente comprendiera que no habría “otra vez”.
—Duerme amor… si yo pudiera soñaría contigo. —le dije, cuando sentí su respiración sosegada y comprobé que dormía. —Toda mi vida en realidad permaneceré despierta para recordar la pesadilla de no tenerte.
Salí de la habitación y me senté en el desván de la entrada, viendo por el gran ventanal el amanecer de un rojo que simulaba un incendio voluptuoso, mientras jugaba con un mechón de mi propio cabello.
Jacob apareció por el extremo contrario una media hora después.
—No duermes eh! —bromeó mientras me abrazaba desde atrás. A diferencia de mi reacción de siempre no intenté esquivarlo ni zafarme después.
—No… —dije apenas.
—¿Qué te pasa? —preguntó mientras me hacía girar despacio para poder ver mis ojos.
—Acabo de acostarme con Edward. —le espeté sin miramientos y él no reaccionó, tragó saliva mientras yo veía que su nuez de Adán bajaba con un movimiento fuerte y él suspiraba. —Y soy lo peor de lo peor por estar diciéndotelo… pero no quiero mentir más… no quiero jugar contigo de ninguna manera… y eso implica poner todas y cada una de mis cartas sobre la mesa. Soy egoísta y no puedo encontrar la manera correcta de no serlo… porque a pesar de ello necesito que estés conmigo… a mi lado… porque en ti siento la fuerza que necesito para seguir.
Jake se levantó del sillón despacio y apretó un puño.
—Si… como el fiel amigo… —dijo irónico.
—No me gustan los “calificativos”… a veces no expresan la totalidad de nuestros significados.
—Las cosas tienen colores Bella, y las medias tintas no van conmigo.
—Lo que pasó anoche no volverá a pasar.
—Lo que pasó anoche pasó porque lo sentiste… a mi me duele por eso…
¿Qué podía yo decirle? ¿Qué no era una reverenda idiota? ¿Qué efectivamente no estaba enamorada de Edward? ¿qué él tenía una chance mayor a ser “mi amigo”?
No. Definitivamente no podía decirle nada. Yo buscaba en él los brazos de un hermano mayor y en Edward los brazos de un amante.
No sabía qué hacer, sabía que lo había herido pero si Edward hablaba antes con él sería peor.
—¿Lo amas? —preguntó cuando el silencio ya era un muro que crecía geométricamente entre los dos.
—No lo sé… siempre creí que el amor era una mezcla entre pasión y amistad.
—Y él te apasiona.
No respondí pero la respuesta era obvia. Él jugueteó con el picaporte de la puerta y parado en el dintel me dijo antes de salir:
—Voy a contestarle una sola cosa a tu “egoísmo” o a tu “sinceridad” Bonita… yo no me conformo con ser el “amigo”, cada vez que vuelvas a mi, mi propia alma luchará por ese otro lugar que hoy llena Edward. De eso te hablaba cuando hablé de medias tintas, si te acercas a mi más allá de nuestra Trilogía, siempre verás un Jacob que está peleando por ti. Hoy tengo tu amistad —suspiró profundo antes de seguir— es tu elección si me dejas seguir intentando lo otro o no… pero no me pidas que me haga a un lado voluntariamente mientras “usas” mi amistad.
Cerró la puerta detrás de él, dirigiéndose al depósito de leña y yo no fui capaz de seguirlo. Mi mente pedía por él, pero mi piel repetía otro nombre a través de mis poros.