"Te amo, pero no me muerdas", ese es el título del diario Clarín de su edición del domingo. Acá les dejo la nota que salió sobre Crepúsculo.
Como la autora de “Harry Potter”, Stephenie Meyer nunca había escrito un libro, pero “Crepúsculo” lleva vendidos 17 millones de ejemplares. Meyer y la directora Catherine Hardwicke hablaron con Clarín y contaron todo acerca de un fenómeno de amor entre una adolescente y un vampiro de sólo 17 años. La película se estrenará aquí el 1º de enero.
El 1º de junio de 2003, en una casa de un barrio acomodado de Phoenix, Arizona, nació el romance entre una introvertida estudiante secundaria y un vampiro de belleza inusual, Bella y Edward, un amor condenado a la abstinencia que cambiaría el universo literario provocando furor entre las adolescentes y sus madres románticas. Esa noche Stephenie Meyer, un ama de casa de religión mormona, casada y con tres hijos, soñó que el vampiro le decía a la chica que quería besarla, pero que se lo impedían sus ganas de morderla. La mujer de 30 años, que no tenía intenciones literarias desde que cursó en la Universidad literatura inglesa, se despertó al día siguiente y escribió meticulosamente todo el diálogo. Dice que después de eso ya no pudo parar. En tres meses tenía lista la novela que se convirtió en una saga que llegó a cuatro libros, traducidos a 37 idiomas, con 17 millones de copias vendidas en todo el mundo. Había nacido un fenómeno, bautizado Crepúsculo como el libro, protagonizado por una pareja de ficción que le está moviendo la estantería al mismísimo Harry Potter.
“Lo del sueño es rigurosamente cierto, aunque a veces me da un poco de vergüenza contarlo, porque sé que suena un poco cursi, pero fue así y desde que empecé a escribirlo no pude parar, me hice adicta a escribir”, le dice Meyer a Clarín en un hotel de Los Angeles, al que llegó para promover la película que nació del libro (como Potter), y que recaudó 70 millones de dólares en el fin de semana del estreno. Se puede haber convertido en millonaria, pero ella dice que es como cualquier hija de vecina. “En casa soy mamá, lavo la ropa, hago shopping, mi vida cambia sólo cuando vengo a Hollywood y me hacen notas. Quisiera venir acompañada de mis hijos (de entre 8 y 11 años), pero no quiero que sean fotografiados y se pierdan de tener su vida normal y feliz”, asegura.
Meyer, habitué de la sección de los más vendidos del diario The New York Times, suele convocar a 3.000 personas cada vez que se presenta a firmar autógrafos en una librería. Sus fans, que la adoran, han construido una comunidad en Internet y la habitan con toda su gama de emociones a flor de piel: ávidos, críticos, exigentes, cholulos. “Leía muchísimo cuando era chica: Shakespeare, La guerra y la paz, Lo que el viento se llevó, Mujercitas, todo lo que me cayera en las manos. Una de las cosas que más feliz me hace ahora es cuando los chicos me escriben diciendo que aunque odian leer se devoraron alguno de mis libros. Por algún lado se empieza, están leyendo”, dice con su voz segura, envuelta en un vaho de perfume caro acompañado por peinado de peluquero top.
A Stephenie Meyer le sobra confianza en sí misma, pero dice que cuando era adolescente, como Bella, también la asaltaba la incertidumbre. “Aunque soy más parecida a Edward en mi interior, en lo que debo parecerme a ella es que cuando era chica tenía problemas de gordura, porque desde siempre tengo forma de pera, y eso hacía que me aislara cuando iba a la escuela.”
Esta es de alguna manera una historia de mujeres. Bella, la jovencita de Phoenix que se muda al pueblo donde su padre es jefe de policía y se enamora del único estudiante del que no debería hacerlo. Stephenie, el ama de casa de Phoenix que logró atrapar la atención de un agente literario de Nueva York con una historia que no tiene nada que envidiarle a Romeo y Julieta. Y Catherine Hardwicke, la directora de cine a la que le tocó llevar a la pantalla Crepúsculo, poniéndose en la mira de los fans de la novela, que la odiaron hasta el estreno y luego la amaron por haber puesto en la piel de Edward a Robert Pattinson, actor convertido ahora en objeto de deseo para miles de fanáticas.
“Supe desde el primer día que quería a Kristen Stewart para el rol de Bella, es una gran actriz capaz de mostrar mucha vulnerabilidad a pesar de que sólo tenía 17 años cuando empezó la filmación. Con Rob tuve más dudas, sólo lo había visto en una película de Harry Potter y no mucho más. Cuando los vi juntos, besándose en el casting, sentí que la química era perfecta”, dice Hardwicke, una adolescente de espíritu, aunque haya pasado los 50. Antes de que le encomendaran ésta, ha hecho varias películas con actores jóvenes, como El nacimiento. En Crepúsculo tuvo que lidiar con las expectativas de los fans de la novela, con una actriz menor de edad que no pudo trabajar tiempo completo hasta que no cumplió los 18 y con el clima lluvioso de Portland, Oregon, la ciudad que eligió para que reemplace a Folks, Washington, el pueblo en que se desarrolla la acción.
Deberían tomar nota los organizadores del festival de Mar del Plata, porque Hardwicke confiesa que le encantaría visitar la Argentina. “¿Tienen algún festival de cine?”, pregunta ansiosa. Dice la directora que lo que más la inspiró de esta historia es que representa una nueva manera de amor entre un humano y un vampiro “y se puede leer como una relación con alguien de otra raza, hay esta conexión del alma de quien te ama por quien sos y que va a arriesgarlo todo por vos”.
Meyer, que está encantada con la directora que le tocó en suerte para darle vida a su libro, “mi hijo adoptivo”, sólo tuvo un reparo durante la filmación y ganó la pulseada. No le gustó la tensión sexual en una escena entre Bella y Edward y pidió que un beso fuera más recatado. Y lo consiguió. “Es que la fuerza de la historia radica en que esta pareja quiere pero no puede, él desea besarla, pero si se acerca mucho le dan ganas de morderla. Pero además, así como dudé de llevarla al cine por miedo a que saliera horrible y matara mis sueños, una vez que di el visto bueno pensé que debería haber más de una película. Y si ahora se están besando apasionadamente, qué queda para Eclipse, ¿no?”, dice con un discurso que roza lo religioso y lo marketinero.
Rob Pattinson, que parece haberse enamorado de su coprotagonista en el set, trata de interpretar a este vampiro condenado a tener 17 años desde 1918, sin convertirlo en un clisé. A Rob no le espantan los ajos, sino las tangas que le tiran las fans, enamoradas perdidamente de su actitud y sus rasgos perfectos. Convertirse en Edward lo transformó en ídolo de adolescentes. El encarna al ideal de un vampiro moderno, que no quiere matar para vivir y que ama el aroma a frutilla de ese cuello donde bulle la sangre caliente que tanto lo atormenta. Haber interpretado a Cedric en dos de las películas de Harry Potter, confiesa, no lo preparó en lo absoluto para esto.
Hablando de Potter, dice Stephenie Meyer que está cansada de que la comparen con J.K.Rowling, la británica autora de esa saga. La revista Time le dio una portada por el éxito de Crepúsculo preguntándose desde el título si había nacido una nueva J.K. Rowling, considerando que ambas eran novatas antes de crear su imperio fantástico. “Nada que ver, mis libros no son para nada como los de ella, la única comparación posible es que nuestros fans son igual de entusiastas. Ellos se visten como los personajes y hacen cola afuera donde nosotras damos charlas. Eso, y ser mujeres, es lo único que nos emparenta”, se empeña en aclarar la autora.
Gracias Just-Cullen.
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