30 abr 2010

FANFIC: La Trilogía

Autora: Caliope Cullen

CAPITULO 41 Una trilogía mal calculada

Bella:

¿Qué otra cosa podía hacer aparte de pasearme frenéticamente de un lado al otro de la sala, esperando que Jacob volviera o que Edward me contactara? Ni siendo humana había llegado a un estado de histeria tal como el actual, destartalando el viejo sillón de los Cullen de tanto sentarle y levantarme con la excusa de esperar.

La puerta de entrada se abrió y Jacob entró totalmente mojado, sin camiseta y descalzo, mientras por detrás aparecía Jane… tomada de su mano y en un estado también calamitoso.

—No preguntes nada Bella. —Me dijo él. —No te gustará y no es momento.

—Pero… estás… digo… “están” bien?

Me acerqué a ellos tensa, sin entender aún nada, pero consciente de la seguridad de Jacob y de un instinto de protección hacia Jane que me dejó pasmada por su resolución.

—Estamos bien, llévala arriba y préstale algo de ropa Bella.

Jacob se plantó a darme una sarta de órdenes una tras otra mientras Jane no pronunciaba ni una sola palabra y atinaba únicamente a mirar el piso mientras las gotas de su cabello mojado humedecían la alfombra y el sofá.

Era obvio que algo pasaba, y no podía negarme a mi misma que la situación aumentaba mi histérica, considerando que las relaciones con Jane eran un capítulo tenso que aún no habíamos cerrado. Pero “esa” no era Jane, “esa” tenía la mirada confundida de un neófito y el semblante de una niña asustada.

—Ven conmigo. ­­—le dije, ayudándola a subir las escaleras y entrando con ella en la habitación en la que Esme me había acomodado. No concebía hablarle, y no por que no quisiera hacerlo sino porque parecía tan venida a menos que su fragilidad impactaba. Paseó su mirada por el cuarto como estudiando cada detalle: los libros acomodados descuidados en la biblioteca, los discos compactos apilados sobre el escritorio, los posters de grupos de rock pegoteados por la pared en un sentido vagamente simétrico… la alfombra algo raída de un color petróleo que hacía muy poco juego con las sábanas color naranja de la cama de pino.

—¿Puedo pasar? ­—oí que decía Jake.

—Un momento, aún no estamos completas. —respondí y me volví a mirar a Jane. —Mira, en el ropero hay cosas mías, puedes ponerte lo que quieras… te dejaré sola.

Salí mientras oía un “gracias” en un tono distinto a la voz que recordaba de ella.

Sostuve el picaporte mientras cerraba la puerta, topándome con Jacob esperando allí.

—Me explicarás que pasó y lo que es más importante… que está pasando?

—No. Primero hablaré con Jane.

Su respuesta me dejó helada.

Jacob:

Esperaba que me dijeran que podía entrar cuando Bella salió de la habitación y después de cerrar la puerta me increpó despacio:

—Me explicarás que pasó y lo que es más importante… que está pasando?

—No. Primero hablaré con Jane. —respondí, demasiado turbado aún y con la conciencia más dentro de esa habitación que fuera. Bella respondió a mis palabras sorprendida, pero dejándome el espacio que pedía sin emitir ningún cuestionamiento.

—Está bien, estaré abajo para cuando quieras hablar.

Ella bajó las escaleras y yo me recosté a medias por la pared del pasillo mientras apretaba mis puños una y otra vez buscando distender los agarrotados músculos de mis brazos. Debieron pasar un par de minutos más hasta que la puerta volvió a abrirse y la Rubia Jane me miró directo a los ojos para volver a escapar de mi propia mirada.

—Debemos hablar. —le dije.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque eso que hiciste en el bosque no debió pasar.

—¿Cuál de todas las cosas?

—No te hagas el tonto por favor... intentaste besarme.

Era más fuerte que yo, este tema de la imprimación era grave de verdad… no concebía tenerla así de cerca como estábamos sin apretarla entre mis brazos como si pudiera fusionarla a mí.

—Mírame. ­—Ella trató de alejarse aún más y se lo impedí acercándola a una distancia en la que lo blanco de su piel incluso aclaraba la mía. —Eres la criatura más tozuda y solitaria que he visto en mi vida… pero no te miento si te digo que lo único que quiero a partir de ahora es quedarme contigo… donde sea… y bajo las condiciones que sea… pero contigo.

Su aliento era tan helado que mi propio calor amainaba, y la fiebre interna sólo podía traducirse en un deseo intenso de sentir el sabor de sus labios en un beso de verdad, profundo, de amantes…

—No… —no la dejé continuar, mis manos acomodaron su cabeza y busqué sus labios con sed, mientras la adhería a mi en un abrazo posesivo, impertérrito. Y no hubo resistencia, no hubo rechazo… no hubo indiferencia. Sentí sus propios dedos tratando de enredarse en mi cortísimo cabello y su lengua jugueteando sobre la comisura de mis propios labios.

—Suéltame por favor… me das sed!... tu corazón late tan acelerado que llama a mi instinto… por favor.

—Mátame entonces, pero ya no te dejaré… no después de esa respuesta… tu cuerpo me habla más que tus palabras “MI” Rubia Jane… y puedo ver tu alma… así que olvídalo, no me iré…. Y tú estarás conmigo.

Jane ya no volvió a hablar, se dejó abrazar y besar, como si su vida entera hubiera estado predestinada a ese momento. Y yo sonreí después de tenerla un rato entre mis brazos.

—Soy feliz completamente… —le dije— … y mi manada va a matarme, pero eso lo veremos después… vayamos a hablar con Bella y hagamos que esto acabe de una vez.

Bella:

Seguía preguntándome molesta a qué se debía la presencia de Jane y el mutismo de Jacob, cuando los vi a ambos bajando de nuevo de la planta alta. Activé mi escudo y lo extendía sobre Jacob cuando Jane me dijo algo avergonzada.

—Eso ya no es necesario Bella… creo que ya me he suicidado dos veces el día de hoy.

Hice una mueca extraña de incomprensión.

—No entiendo.

—Jane… “MI” Rubia Jane, es mi pareja Bella,

Me quedé pasmada, de una sola pieza y completamente muda.

—Oye Bonita… en mi tierra se dice “felicidades”.

—Es que… no sé… y no digo que Jane no sea una buena chica… es que… ¡eres un hombre lobo Jake!

—Aha… ¿y?

—Y que somos enemigos…

—Ya… y pregunto… no es que tú te zamparías a Edward de un solo trago también? O sea… Jane será mi enemiga, pero Edward vendría a ser tu comida.

—Dime que todo esto no viene por Edward.

—Bonita… no… definitivamente no… esta mujer es… —él la miró y supe que decía la verdad— “la mujer”.

Jane era la misma niña que yo había conocido de adolescente, miraba el piso y tragaba saliva por cada palabra de Jacob, sin soltarle la mano y aferrada a él como si fuera su eje. Supe que ambos decían la verdad. Supe que la que alguna vez había sido mi amiga podría volver a ser feliz.

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