CAPITULO 2: La historia de Edward
Papá está preocupado porque el hospital tiene pocos recursos y varios equipos están descompuestos. Emmet me hace reír con sus pensamientos morbosos hacia Rosalie y Alice… Alice definitivamente está completamente loca… mi linda hermana alborotada. El que me preocupa últimamente es Jacob. Tiene una manera extraña de alejarme de sus pensamientos y hasta ahora no entiendo cómo lo hace. Esta habilidad telepática mía la descubrí precisamente gracias a él, una tarde de invierno hace 12 años cuando el loco de Jacob quiso evitar a la pandilla de Sam yendo hacia los acantilados, el muy tonto quería perderlos en el bosque y ja! lo hizo tan bien que fue él quien realmente se perdió!
Jacob y yo siempre fuimos amigos… mi padre comenzó a atenderlo en el hospital desde que nació, tenía una enfermedad extraña que nunca se pudo diagnosticar… siempre estaba con fiebre pero eso parecía no afectarlo en nada, la gente no quería acercarse a él, pero para mi era mi mejor amigo.
Esa noche que se perdió lo llamé desde lo más profundo de mi mente, lo llamé desesperadamente como si llamara a un hermano y de pronto lo escuché: —Eres tu Edward? No te veo aquí… te perdiste también?
Es el único que lo sabe… jamás le dijimos a nadie, pero fue como si hubiera despertado algo nuevo desde esa vez, ahora “oigo” los pensamientos de quien quiero… Jacob suele bromear al respecto, dice que sólo por eso tengo más chance con las chicas que él, porque descubro sus pensamientos y actúo en base a ellos.
Suelo reír ante eso… realmente tiene razón! El pequeño gran problema es que los pensamientos de algunas niñas son tan poco interesantes que enseguida me salgo del medio y Jake lo sabe muy bien… suelo decirle que su inteligencia está fuertemente ligada a su paciencia.
Hay algo de Jacob que últimamente me pone nervioso. Ha comenzado a trabajar con la familia “Fria” como la llamamos en Forks. Son dueños del mayor aserradero de todo Washington y tienen un par más de negocios asociados. Los habitantes de Forks no nos ponemos muy contentos cuando se les antoja venir a pasar una temporada en su casa del bosque, se han tejido muchos comentarios a su alrededor y de más está decir que son bastantes raros, más allá de que nosotros seamos unos simples pueblerinos.
Es viernes y Jacob y yo solemos ir a Port Angeles con otros amigos, así que de alguna manera debo “apurarlo” a que hoy trate de terminar antes su trabajo… lo torturaré desde temprano… si hay algo que no soporta es que le gane mientras voy en moto.
Había dicho que iba al aeropuerto antes de amanecer, qué va… fastidiarlo un poco es un gusto y un juego de amigos, así que no me molestó el ring – ring del despertador. El viento que me golpea en la cara cuando la velocidad supera los 90 kilómetros me hace sentir lo suficientemente libre como para dejar de pensar un poco en que debo comenzar a tomarme la vida en serio como dice Carlise.
Pero ahora diviso demasiado cerca la camioneta de la Familia “Fria”, que suele conducir Jacob, así que dejaré las preocupaciones por las responsabilidades futuras un día más de lado. Le hago sonar la bocina mientras paso a su lado con mi pose más desenfadada y estaciono pomposamente a la vera del camino para mofarme de él.
Pero no veo a Jake, o sea… veo que conduce la camioneta pero creo que esta vez mi amigo comprenderá perfectamente porque lo único que vi cuando pasó a mi lado fue el rostro de ella.
“Ni la mires amigo… “ oí que pensó Jacob. Será su chica acaso? Espero que no porque si nunca creí en el amor a primera vista, creo que voy a cambiar de opinión.
CAPITULO 3: La historia de Jacob
Amo mi tierra, como Quileute desde niño he sentido que estamos unidos a ella por una raíz imperceptible. Hoy estamos básicamente restringidos a la reserva, pero el ruido de las olas rompiéndose por los acantilados de La Push sigue siendo para mi una de las mejores músicas que conozco.
Aunque reconozco que también me gusta un poco la música algo loca de Edward, ese cara pálida aburrido y delgado que desde niño prefirió pasar más tiempo con los mios en la reserva que con su propia gente en Forks. Edward siempre me cayó bien, sabía, muy a diferencia de la gran mayoría de los cara pálidas… ser sincero. Y yo valoraba eso por sobre todas las cosas.
A Billy le caía bien y Carlise también era un buen tipo, venía a la reserva una vez a la semana a dar atención a quienes lo quisieran y a traer medicinas; Emmet y Alice también eran buena gente, pero mi real compañero de juergas y demás era Edward.
Fue el único invitado cara pálida a mi iniciación como quileute adulto, y era el único cara pálida al que las jóvenes de la reserva pestañeaban sin cesar y regalaban amuletos hechizados para ganar al menos una sonrisa. Solíamos reír con Edward de nuestras viejas leyendas quileutes, y la verdad es que hasta el día de hoy seguía haciéndolo, pero el Gran Brujo hoy me cambió la perspectiva.
Es viernes, así que supongo que me estará esperando más tarde para ir a Port Angeles… pero pronto leerá mi mente para saber que hoy será distinto.
Estoy con los “Fríos” esperando a otros más, y el gran brujo me dio una dosis doble de su remedio para la fiebre, ya me anticipó que hoy más que nunca tendería a subir. Me pregunto si Edward será capaz de entenderme, o si pensará que estoy loco como antes pensábamos nosotros de mis ancentros.
Tengo que reconocer que estos “frios” son lindos muñecos de cera, no sé porque regla de tres a James se le ha ocurrido que una de sus visitas venga conmigo en la camioneta. Y es bonita, realmente bonita. Victoria me hizo memorizar los nombres de los tres, así que supongo que deberé llamar a la bonita por su nombre si se le ocurre mantener algún tipo de conversación.
El Gran Brujo me dijo que estaría tenso hoy, que debía por sobre todas las cosas controlarme ante cualquier cosa… pero cuando ella se sentó a mi lado me miró como acusándome, pude sentirlo, tan perceptiblemente como cuando Edward intentaba meterse en mi cabeza para comunicarse conmigo.
—¿Le incomoda algo Señorita Swan? —le dije, aunque en realidad era ella la que me incomodaba.
—Bella —me corrigió y me pareció sumamente impertinente.
—¿Le incomoda algo Señorita Swan? —repetí, marcando el límite entre ella y yo. Todavía no tenía muy en claro el propósito con que el Gran Brujo me había metido en este embrollo y esa historia de los frios se me hacía tan difícil de asimilar que todavía no estaba del todo convencido.
Ella respondió: “Nada”, mientras suspiraba y giraba su vista hacia el coche de adelante, en un gesto que me confirmó que algo no coincidía en el libreto del Gran Brujo.
Sonó su celular y pareció fastidiada con lo que escuchaba, la oí firme y decidida mientras respondía que esperaría en la casa. “Oh no”, pensé y efectivamente James desvió el vehículo hacia un camino lateral. Debía pensar rápido, y ella volvió a hablar…
—Trabajas para James.
—Si, trabajo para ellos Señorita Swan.
Casi no pude contener el impulso de girar donde lo hizo James, el Gran Brujo me había pedido que no lo perdiera de vista el día de hoy, ni a él ni a los nuevos “frios”, principalmente a la más joven. ¿Qué diablos hacía? Y la bocina sonó… “estás loco amigo!” pensé, pero verlo me hizo creer que si podría cumplir con ambos encargos.
Pero diablos, el baboso ni me miró, le clavó los ojos a la chica Swan como si jamás hubiera visto a nadie más… “Ni la mires, amigo”.
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