23 abr 2010

FANFIC: La Trilogía

Autora: Caliope Cullen

CAPITULO 38: La bella que era bestia

Jacob:

—Oye… lo siento… yo…

No sabía realmente qué decir ¿en qué libro hay guías de cómo un hombre lobo puede consolar a un vampiro?... la biblioteca de Forks no era de lo más variada, pero definitivamente no creía que existiera algo parecido.

La rubia estaba tan compungida que contagiaba, sus manos temblaban, sus ojos lloraban sin llorar… su cuerpo se veía tan indefenso que lo único que atiné a hacer fue sentarme a su lado y recostar su cabeza sobre mis piernas mientras iba tomando mechones de su cabello y los reacomodaba detrás de la oreja despacio. Ella me miró con los ojos más sinceros que he visto en mi vida, y suplicó:

—Mátame…

Me dio un escalofrío profundo, de esos que se te cuelan hasta el hueso y recordaban los saltos de acantilados, pero no atiné a responder, esquivé sus ojos y miré hacia la paya que se dibujaba debajo tratando de concentrarme en la manera que las olas rompían con fuerza contra las paredes de roca.

—Vivir es una bendición, porque no la aceptas.

—Ya te lo dije, porque estoy muerta… porque además de estar muerta mis recuerdos están poblados de dolor… porque estoy sola… porque me siento tan mal que estoy confesándoselo a un maldito lobo!!!

—Lobo si… maldito no… ven aquí. Hagamos algo que hacemos los lobos en La Push cuando necesitamos algo de adrenalina.

La levanté de un tirón y aunque opuso una firme resistencia, que acepto me costó doblegar, la abracé desde atrás y me arrojé junto con ella desde la cima del acantilado hacia el mar.

La caída fue como una de tantas… el vacío que se sentía por debajo como abriendo una boca gigante buscando tragarte, el viento que golpeaba el cuerpo entero como si te gritara que eras un loco travieso, la sensación de libertad y de adrenalina rabiosa que te circulaba por el cuerpo como si cada poro volviera a vivir en un instante de locura. Y luego el agua, el chapuzón de agua helada que te paraba el corazón unos segundos pero al mismo tiempo de devolvía la energía de luchar, de sobrevivir, de simplemente estar, incluso más allá de cualquier problema.

—Y bien? Le pregunté después de sacarla casi ahogada sobre la arena húmeda de la playa, mientras mi cabello goteaba sobre su rostro.

—Guau… ¿eso ha sido porque en verdad ibas a matarme? ¿o sólo porque te gusta presumir?

—Tenía la esperanza de que te murieras Rubia… pero ha sido para presumir. —le respondí bromeando.

—Me llamo Jacob Black, Rubia… ¿y tu?

—Ya lo sabes… soy Jane.

—Bueno Rubia… “Rubia Jane”… procura hacer más saltos de acantilado y deja de pedir que hagamos el trabajo sucio de terminar contigo… eres demasiado Bonita para desperdiciarte por allí.

—¿Debo entender eso como un cumplido chucho?

—Podría ser, no te va ese papel de “bestia” que quieres mostrar, el cuento era la “Bella y la Bestia” Rubia Jane y te va mejor el primer papel… pero es sólo decisión tuya.

—Ojalá mi vida hubiera sido decisión mía.

—Déja de vivir el pasado… “eso” es decisión tuya… te hicieron chupasangre… y bueno, ok… hueles asquerosamente dulce, no puedes comer una porción de torta de cumpleaños y la perfección de tu cara empalaga… pero incluso con esos defectos y otros que no nombro para no aumentar tu trauma, eso tiene su lado bueno no? —Conseguí que ella hiciera una mueca de media sonrisa— Y el Caius ese te ha hecho daño, te ha utilizado y ha conseguido que no valores vivir… bien, mi padre me ha pegado y dejado las piernas marcadas en más de una oportunidad, aunque debo admitir que con razón… y bien que me ha utilizado en muuuuuuchas oportunidades para cocinar porque él odia hacerlo, pero el que decide si algo de eso me molesta o me derrota… sólo soy yo. Lée entre líneas Rubia Jane, a Caius no le importa como estés, eso debe importarte a ti.

Ella volvió a mirarme fijo, con un par de ojos terriblemente rojos que contrastaban idílicamente con su pálida piel y el rubio dorado de su cabello, mientras yo me daba cuenta que sus ojos agradecían mis palabras con sinceridad. Intentaba encontrar las palabras adecuadas para decirle algo, pero un olor que no era el suyo llenó el aire de repente… y salté de su lado gruñendo mientras entraba en fase, a la espera de los tres chupasangres se acercaban a nosotros desde el este del bosque.

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